Si tuviéramos que pagar un impuesto por cada palabra que pronunciamos, ¡qué atentos estaríamos a lo que decimos!
El cristiano debe estar atento a todo lo que dice, porque, algunas veces, iniciando una discusión sobre temas espirituales, terminará hablando de cosas inútiles.
—El cristiano debe estar atento a todo lo que diga, porque, algunas veces, iniciando una discusión sobre temas espirituales, terminará hablando de cosas inútiles. Y no sólo estará perdiendo el tiempo, sino también su alma, juzgando a otros. Y es que no tenemos derecho de juzgar a nadie, ni nada. Si podemos, después de una dolorosa discusión, busquemos la forma de ayudar. Ni siquiera a los que ya reposan debemos condenar, porque las almas de todas las personas, felizmente, están en las manos de Dios.
He observado cómo se descompone el pensamiento de algunos, debido a una palabra dicha sin atención. Si tuviéramos que pagar un impuesto por cada palabra que pronunciamos, ¡qué atentos estaríamos a lo que decimos! Si se nos dijera, “Si dices tantas y tantas palabras, tendrás que pagar tanto”, mediríamos cada palabra que decimos. Porque, cuando hablamos por teléfono, sí que medimos nuestras palabras, sabiendo que luego debemos pagar por cada minuto hablado. Y es que, actualmente, las personas pierden mucho tiempo hablando.
—Padre, en la “Escalera” de San Juan Climaco, se nos dice que la calumnia es la madre del odio. ¿Puede haber algún rasgo de amor en un simple palabrerío?
—Sí, si alguien ama mucho a otra alma y ve que otros la envidian, entonces puede decir alguna mentira en contra de aquella alma, sólo para que los demás dejen de envidiarla. Debemos analizar todo. Aunque un alma descompuesta o tentada, que cree que sufre de injusticia y por eso se rebela, manifestando su enojo, puede llegar a dañar otras almas, como lo haría el mismísimo maligno. Judas se enojó por la mirra que vertió aquella mujer, argumentando que podría haberla vendido y dar el dinero a los pobres. Y sucedió que otros apóstoles, que ya tenían la gracia, se dejaron persuadir por tal idea (Mateo 26, 6; Marcos 14, 3 y Juan 12, 3).
Lo que dijo Judas era correcto, aparentemente, y los apóstoles asumieron esa postura, ya que no sabían que el corazón de aquel era avaricioso. Y he aquí que Cristo le dio a Judas la bolsa con dinero, para que no sufriera por culpa de esa debilidad suya. Pero Judas no hizo más que tomar el dinero que había allí (Juan 12, 6).
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, vol.2: Trezire duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 136-137)