¡Simplifiquen su vida!
Dichosos los que han conseguido simplificar su vida, liberándose de las cadenas del progreso humano, de todo eso que “facilita” la vida, o mejor dicho, la complica, y escapando del terrible estrés de nuestros tiempos.
Las personas suelen decir, “Dichosos los que viven en palacios suntuosos y tienen todo tipo de comodidades”.
Pero dichosos en verdad son los que han conseguido simplificar su vida, liberándose de las cadenas del progreso humano, de todo eso que “facilita” la vida, o mejor dicho, la complica, y escapando del terrible estrés de nuestros tiempos. Si la persona no simplifica su vida, sufre, mientras que, simplificándosela, escapa de todo estrés.
Una vez, un alemán vino a Sinaí y le dijo a un niño beduino, que era muy inteligente, por cierto, “Eres muy espabilado, podrías aprender más, leyendo”. “¿Y después...?”, preguntó el niño. “Después, podrías llegar a ser ingeniero mecánico”. “¿Y después...?”, inquirió nuevamente el pequeño. “Después podrías abrir un taller de reparación automotriz”. “¿Y después...?”, otra vez el niño. “Después podrías hacer mucho más grande tu taller”. “¿Y después...?”, preguntó una vez más el chiquillo. “Después podrías contratar mucha gente para que trabaje en tu taller”. “Es decir, que no sólo yo voy a tener un gran dolor de cabeza, ¿sino que también habré de provocarle dolor de cabeza a otros? ¿No estoy mejor ahora, que no tengo ningún dolor de cabeza?”. Y es que el más grande dolor de cabeza viene de esos pensamientos que nos dicen: “Hagamos esto, hagamos lo otro”. Si nuestros pensamientos fueran espirituales, sentiríamos un gran consuelo espiritual, en lugar de un gran dolor de cabeza.
Aún con los laicos insisto mucho en la necesidad de la simpleza, porque muchas de las cosas con que ocupan su tiempo son innecesarias y sólo sirven para robarles la paz. Les hablo de moderación y de esfuerzo. Y les exhorto con lo siguiente: “Simplifiquen su vida y el estrés desaparecerá”. La mayoría de divorcios comienzan así. Muchas obligaciones, muchos afanes, terminan mareados. Trabajan los dos, mamá y papá, los niños hacen lo que quieren... Trajines, nervios, escándalos grandes provocados por cosas ínfimas... luego, divorcios sin justificación. Hasta allí se llega. Pero si simplificaran un poco su vida, no sólo vivirían más descansados, sino también felices. El estrés es toda una catástrofe.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cu durere și dragoste pentru omul contemporan, Chilia „Bunei Vestiri”, Schitul Lacu, Sfântul Munte Athos, pg. 155-156