Sobre esos que creen que “honran” a la Iglesia
A la Iglesia no le son de ningún beneficio esos que supuestamente la aman, pero que no odian el mal.
La Iglesia, hermanos, se compadece de aquellos que no han aprendido a rebelarse contra el mal. A la Iglesia no le son de ningún beneficio esos que supuestamente la aman, pero que no odian el mal. De nada le sirven esos que cada domingo encienden grandes veladoras, pero que nunca condenan sus propios pecados y no perdonan los de los demás. La Iglesia no siente ningún gozo cuando esos que ocupan los primeros sitios dentro del templo pronuncian en voz alta el Credo, mientras su mente divaga quién sabe en dónde. Sí, hay personas que creen que “honran” a la Iglesia con su presencia. Alguno de estos piensan: «Mírenme, soy un hombre del siglo XXI, un funcionario superior, bien vestido, lleno de conocimientos sobre física y biología... En vez de estar en la cafetería o en el teatro , “estoy honrando a la Iglesia” con mi presencia». Para esta clase de personas la Iglesia no tiene sino compasión.
Sólo aquel que se rebela contra la maldad que hay en su interior y en su entorno “honra” a la Iglesia. En el futuro, la honrarán quienes mantengan encendida la llama de la revolución cristiana en las almas de los hombres. La honrarán esos padres que enseñen a sus hijos a rebelarse en contra del mal que hay en su interior y a su alrededor. La honrarán los maestros que enseñen a sus discípulos a seguir a Cristo. Honra llevaremos también nosotros a la Iglesia, cuando provoquemos la más fervorosa revolución cristiana en los “corazones gangrenados” que nos rodean, en las atrofiadas almas de nuestros hermanos, en nuestro semejante. El don más importante que los padres pueden ofrecerle a su hijo es enseñarle a reconocer el mal y a luchar contra él.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Omilii despre pocăință, dragoste și optimism, Traducere din limba greacă de prezbitera Iuliana și pr. Iulian Eni, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 17-18)