Palabras de espiritualidad

Sobre la ociosidad

  • Foto: Doxologia

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El alma del ocioso se descompone gradualmente, con cada día que pasa: el afecto se le apaga, se le debilita el juicio, su voluntad se enfría. El que se acostumbra a vivir inútilmente no se siente capaz de enfrentar ninguna prueba.

El alma del ocioso se descompone gradualmente, con cada día que pasa: el afecto se le apaga, se le debilita el juicio, su voluntad se enfría. El que se acostumbra a vivir inútilmente no se siente capaz de enfrentar ninguna prueba.

El estado de ocio no es menos dañino para el cuerpo. Debilidad, flojera, cansancio... y de allí, un montón de enfermedades de toda clase.

¡Tales son las consecuencias de la ociosidad! Pone un sello en esos que la aman: el cuerpo de unos se hincha, de tanta grasa acumulada, otros sufren de la presión, otros no pueden ni mover más sus extremidades, otro sufre de no sé cuál enfermedad... todo por no saber enfrentar el problema. Los ociosos, aún siendo jóvenes, tienen ya todos los sentidos atrofiados. Cualquier pequeña intranquilidad, cualquier agobio, cambio climático o un imprevisto hacen que ese cuerpo ocioso se estremezca dolorosamente.

En conclusión, se trata de un mal terrible, tanto para el cuerpo, como para el alma.

(Traducido de: Cuviosul Bonifatie de la Teofania, Bucuria de a fi ortodox, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, pp. 143-144)

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