Sobre la soberbia como locura
El orgullo no es más que la perversión del alma y una dura enfermedad que nace de la necedad. Ciertamente, el más alienado de este mundo es el soberbio.
Nada nos aleja más del amor que Dios le tiene a la humanidad y nada no nos acerca más al fuego infernal, que el tiránico vicio del orgullo y de la vanagloria. Cuando estas dos infamias conviven en nosotros, permanecemos igualmente impuros, aunque tengamos otras virtudes, como la castidad, el ayuno, la misericordia o la oración. Porque, así como dice la Escritura, “Dios detesta el corazón altanero: éste no podrá quedar sin castigo” (Proverbios 16, 5).
Al hombre no lo manchan sólo los pecados corporales, como el desenfreno, el adulterio y otros semejantes, sino también el orgullo, en mayor medida que otros. Cada pensamiento libidinoso es, desde luego, un pecado mortal, porque tiene su origen en el deseo. Pero, cuando hablamos del orgullo, no se puede encontrar alguna causa u origen que pueda justificarlo, aunque sea parcialmente. El orgullo no es más que la perversión del alma y una dura enfermedad que nace de la necedad. Ciertamente, el más alienado de este mundo es el soberbio.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, Traducere de Cristian Spătărelu și Daniela Filioreanu, Editura Egumenița, p. 34)