Solo tenemos que dar el primer paso, arrepintiéndonos
¿Cuántas veces no hemos oído que alguien conocido se ha arrepentido gracias a algún milagro ocurrido en su vida, o por la aparición de algún santo, o después de haber tenido un sueño revelador, etc.?
Nosotros le mostramos a Cristo nuestra disposición, nuestro deseeo de arrepentirnos, y Él nos abre las puertas de la contrición. ¡Nosotros damos inicio a nuestro arrepentimiento, y Dios lo perfecciona! ¡El hombre da un paso, y Dios da mil! Sin embargo, para que Dios haga esto, nosotros tenemos que ser los primeros en actuar. Es como si en nuestro corazón encendiéramos una luz verde, para dejar libre el camino a la acción de Dios (¡mientras el “semáforo” de nuestro corazón esté en rojo, Él se quedará a un lado!)
En otras palabras, cuando Dios ve la disposición de nuestro corazón al arrepentimiento, “permanece en alerta” y observa, desde un rincón, todos nuestros movimientos. Así, cuando considera que es el momento adecuado, Su omnisciencia interviene para llevarnos, finalmente, a Sus brazos. Cuando vio el corazón de la samaritana adúltera, el Señor vino inmediatamente a una Samaria que le era contraria, para encontrarse con ella (Juan 4, 1-38). Cuando vio el corazón de Zaqueo, el pecador, quien “quería ver quién era Jesús” (Lucas 19, 3), se dirigió pronto a Jericó, para buscarlo (Lucas 19, 1-10). Cuando vio el corazón de Tomás, el incrédulo, se le apareció para que este tocara Sus heridas y creyera en Él (Juan 20, 25-29). Cuando vio el corazón de Saulo, el opresor de los cristianos, se le mostró personalmente y lo llamó (Hechos 26,12-18). Cuando vio el corazón del emperador Constantino el Grnade, lo llamó con la Señal de la Cruz. Cuando vio el corazón de María la adúltera (Santa María de Egipto, como habría de conocérsele ulteriormente), la llamó a Su manera y de la forma que creyó oportuna. Y, de todos los que Él llamó, ninguno opuso resistencia, porque Él había “leído” en sus corazones.
Dios es siempre el Mismo. Tal como obró entonces, obra hoy, y obrará por siempre. En donde ve un corazón dispuesto al arrepentimiento, Él toma la inciativa, guiado siempre por Su omnisciencia. ¿Cuántas veces no hemos oído que alguien conocido se ha arrepentido gracias a algún milagro ocurrido en su vida, o por la aparición de algún santo, o después de haber tenido un sueño revelador, etc.?
(Traducido de: Arhimandritul Vasilios Bacoianis, Duhovnicul și spovedania, traducere de preot Victor Manolache, Editura de Suflet, București, 2012, pp. 9-11)