Palabras de espiritualidad

¡Ten cuidado con la forma en que pasas la noche, no sea que pierdas el fruto de tu esfuerzo de todo el día!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Mientras más banalidades digas y más juzgues a tu semejante, no solamente estarás perdiendo tu valioso tiempo, sino que —lo que es más grave— cuando te despiertes te sentirás aturdido y no tendrás ninguna buena disposición para al menos cumplir con tu regla de oraciones.

—Al terminar las Completas, si no tienes alguna otra obediencia por cumplir, acostúmbrate a dirigirte con rapidez a tu celda.

Los Santos Padres dicen: “Permanece en tu celda y ella te instruirá”. Es decir, si te sientes descansado, comienza inmediatamente tu vigilia. Si, al contrario, estás extenuado, ofrécele una pausa a tu cuerpo, y después aprópiate de la noche.

Pero, si después de las Completas acostumbras salir al jardín y a la puerta para conversar, no esperes poder velar. Aunque te parezca que te entretienes con charlas espirituales, el daño será el mismo. Mientras más banalidades digas y más juzgues a tu semejante, no solamente estarás perdiendo tu valioso tiempo, sino que —lo que es más grave— cuando te despiertes te sentirás aturdido y no tendrás ninguna buena disposición para al menos cumplir con tu regla de oraciones. Y después empezarás a quejarte, diciéndote que la vida monacal es muy dura... Como puedes ver, hijo mío, cuando no estamos atentos, nosotros mismos nos perjudicamos y después le echamos culpa a otros.

¡Padre, me acaba de atrapar en “delito flagrante”! Yo suelo pasearme por los jardines y, ya que es inevitable no encontrarme con alguien, ciertamente acabo perdiendo mi tiempo entre plática y plática. Ahora entiendo por qué me cuesta tanto dormir y también orar... Espero poder estar más atento a partir de hoy.

—Entonces, ¿has aprendido bien la lección?

Sí, Padre, la he aprendido.

—Te lo pregunto, porque si nada de esto te interesa, no tiene sentido seguir adelante. Hay muchos que durante el día se afanan en la obediencia, pero de noche pierden el tiempo hablando inutilidades, estropeando así todo su esfuerzo. A estos hay que compadecerlos.

(Traducido de: Monahul Iosif Dionisiatul, Starețul Haralambie – Dascălul rugăciunii minții, traducere și editare de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2005, pp. 221-222)



 

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