Testigos de la Ascensión del Señor
A pesar de que la Ascensión del Señor la presenciaron al menos doce de Sus discípulos, todos los que creemos en Él somos testigos de Su Ascensión, al decir “y subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre”.
Con Su divinidad nuestro Señor Jesucristo está en todas partes, pero con Su cuerpo en un sólo lugar. ¿Por qué? Porque el cuerpo no tiene la calidad de la omnipresencia. Decimos que (Su cuerpo) está en los Cielos, pero no sabemos en qué parte. Por eso, quienes se encomian diciendo que han llegado al cosmos y a la luna, que han enviado naves espaciales por todo el universo y que talvez se encuentren allí con el Señor Jesucristo, no saben lo que dicen. ¿Por qué? Porque ellos no saben en dónde deben buscar a nuestro Señor Jesucristo y cómo debe ser visto Él. Nuestra fe nos dice más de lo que cuentan esos que han viajado por el espacio, el cosmos. Nuestra fe nos dice que nuestro Señor Jesucristo, con Su cuerpo y Su alma está en un lugar que no puede ser conocido con nuestros sentidos terrenales; no sólo lo que percibimos con los sentidos es, de hecho, una realidad, porque hay realidades que están más allá de nuestras humanas sensaciones.
Pongámonos a pensar en todo lo que se puede descubrir, por ejemplo, con el microscopio o el telescopio. Se trata de cosas que no podríamos conocer con nuestras propias y simples capacidades. Lo mismo pasa con nuestra fe: es un como un telescopio con el cual vemos a nuestro Señor Jesucristo en algún sitio, en lo alto, más allá de donde estamos nosotros.
A pesar de que la Ascensión del Señor la presenciaron al menos doce de Sus discípulos, todos los que creemos en Él somos testigos de Su Ascensión, al decir “y subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre”.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Lumini de gând, Editura Antim, 1997, pp. 305-306)