Palabras de espiritualidad

Tienes que estar dispuesto a seguir a Cristo en todo

  • Foto: Bogdan Bulgariu

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Nadie puede alcanzar la salvación ni crecer espiritualmente entre comodidades y recibiendo de los demás solamente elogios vacíos y una falsa cordialidad.

El padre Efrén se sentía abatido por el estado general de desidia que reinaba en el monasterio, de modo que no esperaba gran cosa del stárets José. Este último, por su parte, era un poco reticiente a hablar con el padre Efrén, porque él mismo conocía esa dejadez que tanto molestaba al anciano asceta. Pero, ya que lo había hecho venir, le pidió al padre Atanasio que lo fuera a buscar. Entonces, el padre Efrén le dijo lo siguiente al stárets José, con un marcado tono triste:

—Veo, padre, que todos los monjes se mantienen ocupados con toda clase de manualidades, y no hay uno solo con el que puedas entablar un diálogo espiritual. ¿En esto consiste la verdadera vida monástica? Trabajar y trabajar, desde el amanecer hasta el ocaso, muchas veces entre palabras degradantes, sin escuchar nada agradable, dulce… ¿En dónde quedó la virtud? ¿En dónde está el amor? ¿En dónde está la oración?

—No olvides, hijo, que este es tu stárets. Dios Mismo te lo dio. Luego, no puedes irte de su lado, mucho menos juzgarlo.

—Bien. Pero ¿es esta una actitud correcta de parte de un stárets?  ¿Acaso no puedo buscarme un stárets más dedicado a las cosas del alma?

—Escucha, hijo mío: no olvides que prometiste renunciar al mundo… ¿y ahora preferirías que te traten bien y te encomien? ¡Cuidado, que estás en un engaño! Si quieres ser siervo de Cristo, tienes que aceptar todo lo que Él Mismo soportó por nosotros: desprecios, ofensas, insultos, incluso escupitajos y golpes. Si eres paciente en todo esto, estarás cargando una pequeña cruz y siguiéndolo a Él. Nadie puede alcanzar la salvación ni crecer espiritualmente entre comodidades y recibiendo de los demás solamente elogios vacíos y una falsa cordialidad.

(Traducido de: Arhimandritul Efrem Filotheitul, Starețul meu Iosif Isihastul, Editura Evanghelismos, București, 2010, pp. 168-169)