Todo es vano, si nos falta la humildad
Así es como el maligno se esmera en inmiscuir su maldad en todos.
Vana es toda penitencia, todo esfuerzo, toda obediencia, toda renuncia y aun toda sabiduría, si le falta la humildad de corazón. Porque, así como el principio y el fin de toda virtud es la humildad, del mismo modo, el principio y el fin de todo mal es la soberbia. Este espíritu impuro se manifiesta de muchas formas y de muchos modos, buscando siempre reinar sobre todos, y a cada uno le tiende su trampa con astucia: al sabio, con su sabiduría; al fuerte, con su fuerza; al rico, con sus riquezas; al que es belloi, con su hermosura; al buen orador, por su elocuencia; al que tiene buena voz, con su canto; al entendido, con su entendimiento; y al que se conduce con nobleza, con su propio porte.
Del mismo modo, el maligno no deja de tentar a los que llevan una vida espiritual: a quien a renunciado al mundo, con esa renuncia; al que practica la templanza, con su abstinencia; al que es tranquilo, con su tranquilidad; al que no es codicioso, con su austeridad; al que gusta de aprender mucho, con esa búsqueda de conocimientos; al piadoso, con su devoción, y al que sabe mucho, con su erudición. Pero es que el conocimiento verdadero está unido a la humildad de mente. Luego, así es como el maligno se esmera en inmiscuir su maldad en todos.
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte şi învăţături, vol. I,Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 100)