Todo lo que Cristo hizo en este mundo fue por amor a nosotros
Cristo ascendió a los Cielos con Su cuerpo resucitado, pero con el Espíritu Santo permaneció en Su Iglesia, en donde sigue al día de hoy, y donde estará hasta el fin de los tiempos.
Después de alimentar a sus obreros y darles las instrucciones pertinentes para el buen desarrollo de sus labores, el granjero regresa a casa. Al terminar la guerra y después de haber vencido a sus enemigos, el rey vuelve a su trono. Después de examinar al enfermo y prescribirle los medicamentos necesarios para que recobre la salud, el médico regresa al hospital. Luego de visitar a sus hijos que viven lejos, para pagar sus deudas y asegurarse de que reciben la mejor educación, el padre regresa a su hogar y espera que pasen los meses para volver a encontrarse con ellos.
Lo mismo sucede con el Salvador del mundo: después de haber cumplido con Su misión en la tierra, regresó a Su trono celestial. Ascendió al Reino de los Cielos, de donde había descendido como Granjero, como Rey, como Médico, como Padre y como Salvador y Liberador. “Es mejor para vosotros que Yo me vaya”, les dijo a Sus discípulos, al partir. No dijo: “¡Lo mejor es que me vaya de este valle de dolor, no sea que estos dementes me vuelvan a crucificar!”. No. Él no pensó así, así como el amor verdadero jamás piensa en sí mismo, sino en el ser amado. Cada acto de Cristo, cada paso, cada gesto, cada palabra y cada pensamiento Suyo, todo buscaba únicamente el bien de los hombres, para la salvación de aquellos a quienes Él amaba. Si los hombres hubieran sido capaces de distinguir entre lo que era bueno y lo que era malo para ellos, no habría sido necesario que el Señor descendiera a este mundo. Pero es que los hombres no podían hacerlo sin Él.
“Es mejor para vosotros que Yo me vaya”. Y después agregaría: “He aquí que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No nos confundamos, no hay contradicción aquí. Él partió, ciertamente, pero luego de diez días vino el Consolador, el Espíritu Santo, para quedarse con los discípulos. Cristo ascendió a los Cielos con Su cuerpo resucitado, pero con el Espíritu Santo permaneció en Su Iglesia, en donde sigue al día de hoy, y donde estará hasta el fin de los tiempos.
Oh, Señor, amor nuestro, dinos: ¿por qué es mejor que te vayas de nosotros? “¡Para que, alejándome, Hijos míos, mi presencia sea más fuerte en los corazones que me aman y esperan en Mí!”.
(Traducido de: Episcopul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 1, Editura Sophia, București, 2002, pp. 272-274)