¡Todo lo que demos lo recibiremos de vuelta!
Todo lo que hagamos por nuestro semejante, lo recibiremos de Dios. Si perdonamos, Él nos perdonará. Si amamos, Él nos amará. Si somos compasivos, también Él lo será con nosotros.
Seamos compasivos con nuestros semejantes, especialmente con aquellos que están lejos de Dios. Ni millones de universos podrían abarcar el valor de la salvación de una sola alma. Esforcémonos, pues, en compadecernos de aquellos que son pobres de alma, y nuestra recompensa será muy grande ante Dios. Ayudemos a nuestro prójimo en lo que podamos, material y espiritualmente.
El dolor transforma el alma del hombre, la apacigua y la ayuda a que acepte la Palabra de Dios. Luego, cuando el dolor prepara el terreno y a esa alma se le acerca un hombre de Dios, las palabras divinas pueden obrar su salvación.
La caridad no se practica solamente con cosas materiales, sino especialmente con aquello que respecta al alma. ¿Hemos orado alguna vez por las almas que han caído bajo el castigo de Dios? ¿Quién ora por esas almas? ¡En esto consiste la caridad más grande! ¡Esta es la forma más elevada de compasión que podría ofrecer el cristiano!
Todo lo que hagamos por nuestro semejante, lo recibiremos de Dios. Si perdonamos, Él nos perdonará. Si amamos, Él nos amará. Si somos compasivos, también Él lo será con nosotros. Si no condenamos a nuestro semejante, tampoco Él nos condenará. Todo tendrá su compensación. ¡Todo lo que demos lo recibiremos de vuelta!
(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovniceşti, traducere Pr. Victor Manolache, Editura Egumeniţa, Alexandria, 2012, pp. 56-57)