Todo lo que la Liturgia representa para el alma
Si, por algún motivo justificado, el alma no puede asistir a los oficios litúrgicos, siente un fuerte vacío y cierta agitación… “¡¿Cómo es posible que hoy no haya podido participar en la Divina Liturgia?!”.
Les hablaré a partir de mi propia experiencia. La vida monástica es extraordinaria. El alma se acostumbra tanto a participar en la Divina Liturgia, que, si por algún motivo justificado no puede hacerlo en determinado momento, siente un fuerte vacío y cierta agitación… “¡¿Cómo es posible que hoy no haya podido participar en la Divina Liturgia?!”.
Recuerdo bien mi primer año en el Seminario. Una vez, le pregunté al inspector si me podía levantar antes que los demás. Y él me dio su autorización. Así, me levantaba muy temprano y corría a la iglesia de la Santísima Trinidad para participar en los oficios de la medianoche, y después corría a la capilla de la Academia, para participar en la Divina Liturgia. Me quedaba ahí hasta que el sacerdote daba la bendición final, y después volvía a la sede del Seminario para comer.
Los demás seminaristas —que se levantaban a las siete— asistían a la iglesia de San Sergio, veneraban los íconos y recibían la bendición; entre tanto, yo revisaba mis tareas y me preparaba para responder las preguntas de los catedráticos. Pero, si no lograba asistir a la Liturgia, sentía que me había perdido de algo importantísimo.
¡Acostumbrémonos a asistir desde temprano a los oficios litúrgicos, y veremos cuán valiosos son! […]
Las torres de las iglesias parecen gotas de la Gracia Divina que desciende sobre cada persona que participa en los oficios litúrgicos. La verdad es que la Gracia desciende únicamente sobre esas almas que son puras y capaces de recibirla. Las torres también parecen candelas encendidas, simbolizando nuestro amor que asciende hasta Dios. Los corazones se llenan de un puro amor filial a Dios. Los fieles entran y oran, aunque no todos. A pesar de esto, Dios acepta nuestra oración común y por ella otorga Su don, aun en mayor medida, a aquellos que todavía no aprenden a orar.
(Traducido de: Îndrumar creștin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov),vol. 2, Editura Sophia, 2009, pp. 111-112)