Palabras de espiritualidad

Todo lo que nos rodea percibe nuestros pensamientos...

    • Foto: Ovidiu Proca

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Debemos ser personas de paz. Es mejor soportar el mal, que hacérselo a los demás. Si somos capaces de soportar las ofensas, el Señor nos dará fuerzas y paz.

¡Que el Señor nos llene de paz y alegría, que son las riquezas más grandes del mundo, esas que todos buscamos! Es posible tener todo lo material que cualquier persona desearía en este mundo, pero no la paz y la felicidad. Y es que la paz proviene de una sola fuente: nuestro Señor. Cuando se mostró ante Sus discípulos, encerrados por miedo a los judíos, lo primero que Él les dijo fue: “¡La paz sea con vosotros!”. (Lucas 24, 36; Juan 20, 19)

El Señor nos dará la paz si nos reconciliamos y volvemos al bien perfecto, y el bien perfecto es Dios. Él quiere que nos hagamos con esa importante cualidad divina que es la humilad. En donde reina la humildad, sea en la familia o en la sociedad, ahí hay paz y alegría. Tenemos influencia incluso sobre el mundo de las plantas, porque también las plantas tienen un especie de sistema nervioso. Todo está a la espera de la paz, el consuelo y el amor. El arrepentimiento significa cambiar nuestra forma de vida. El hombre debe acudir a su confesor o a su semejante, y contarle qué es lo que perturba su paz. Una vez nuestro semejante nos comparte su sufrimiento, obtenemos consuelo y fuerzas.

Si volvemos a la Fuente de la vida —el Señor—, Él nos dará las fuerzas para llenarnos de pensamientos del bien perfecto, porque los pensamientos y los buenos deseos nos traen paz y consuelo en cualquier circunstancia. Sólo debemos cambiar.

Nuestros pensamientos influyen no solamente en nosotros mismos, sino también en todo lo que nos rodea. Debemos irradiar sólo pensamientos buenos. El Señor nos ordena amar a nuestros enemigos, no para ellos, sino para nosotros mismos. Debemos perdonar todo, con todo el corazón. Cuando perdonamos así, todo queda borrado. Si participamos de la paz, esa paz engendra felicidad y consuelo en todos los que nos rodean. Y todos pueden percibir nuestros pensamientos de paz y serenidad.

Cuando el jefe del hogar se siente agobiado por el peso de las preocupaciones, nadie en la casa tiene paz, debido a sus pensamientos; ni siquiera los niños se sienten tranquilos. Por eso, el papá y la mamá deben confiarse al Señor, orando mucho y entendiendo que Él es Todopoderoso y que nos ofrece Su paz. Insisto, debemos perdonar todo, desde el corazón. Es imposible conservar la paz interior, mientras nuestra conciencia se sienta intranquila por algo. Debemos tranquilizarla. Debemos perdonar a todos, con todo el corazón. Sin esto es imposible tener paz interior. Y el Señor nos dará Su don y la fuerza divina que obra en todas partes, especialmente en las almas que le buscan a Él, que es la Fuente de la vida. La paz de Dios se esparce por todas partes. En el Antiguo Testamento encontramos escrito: “Dame, hijo, tu corazón” (Proverbios 23, 25). El Señor es el único consuelo de los ángeles, los santos y todos aquellos que salen en Su búsqueda. Sólo Él es Infinito.

Debemos ser personas de paz. Es mejor soportar el mal, que hacérselo a los demás. Si somos capaces de soportar las ofensas, el Señor nos dará fuerzas y paz. Si no las soportamos, la conciencia no nos dejará en paz. La conciencia es el juicio de Dios.

(Traducido de: Stareţul Tadei, Cum îţi sânt gândurile aşa îţi este şi viaţa, Editura Predania, Bucureşti, 2010, p. 97)