Palabras de espiritualidad

Un breve relato sobre la obediencia al padre espiritual

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

“¿Saben qué don tan grande tiene Barsanufio? Si te pone la mano sobre la cabeza, todos los demonios huyen de ti. Pero, si no le obedeces… ¡ay de ti!”.

Dios dispuso que el padre Barsanufio pasara gran parte de su vida cerca del padre Cleopa Ilie, no sólo en el monasterio, sino también cuando cambiaba de morada.

El padre Cleopa era buscado todo el día por una multitud de personas; al padre Barsanufio pocos venían a verlo. El padre Cleopa tenía el don de la retórica, en tanto que el padre Barsanufio casi no hablaba, y a veces prefería tomar algún libro y leer en voz alta lo que ahí se aconsejaba. Al padre Cleopa venían a verlo patriarcas, obispos, ministros, gobernantes y extranjeros, mientras que al padre Barsanufio lo visitaban contadas personas.

Sin embargo, el discípulo debe obedecer siempre a su padre espiritual o stárets.

Muchas veces, cuando estaban juntos en el cobertizo, se podía escuchar la voz del padre Cleopa, diciendo:

—¿Saben qué don tan grande tiene Barsanufio? Si te pone la mano sobre la cabeza, todos los demonios huyen de ti. Pero, si no le obedeces… ¡ay de ti! ¡A él tienen que obedecerlo! ¡Es mi padre espiritual!

Un sábado por la mañana, después de terminar su regla de oraciones, el padre Cleopa salió de su celda y le dijo al padre Barsanufio:

—¡Bendíceme, padre, para ir al colmenar!

—No vayas. Quédate aquí, porque algunas personas vendrán a buscarte.

—¡Barsanufio, te pido tu bendición para ir al colmenar!, insistió el padre Cleopa.

—¡No! ¡Te dije que en cualquier momento vendrán a buscarte!

Sin embargo, el padre Cleopa se hizo el desentendido y se fue al colmenar. Cuando llegó a la puerta de entrada, sacó la llave para abrirla, pero no lo logró. Trató otra vez. En vano. Llamó a la puerta. Gritó. Nada, ninguna respuesta. ¡Todos los padres del colmenar se habían ido al monasterio! Intentó otra vez con la llave, sin éxito. ¡Aunque era la llave de la puerta, la cerradura le impedía entrar!

Como había algo de frío, renunció a seguir intentándolo. Al volver, lo primero que hizo fue entrar a la celda del padre Barsanufio. Hizo una postración ante este, y le dijo:

—Bendíceme, Barsanufio… ¡perdóname por no haberte obedecido!

Dicho esto, le relató lo ocurrido.

—¡Que Dios te perdone, pero no vuelvas a hacerlo!

Después vino a contárnoslo.

—¿Han visto que don tan grande tiene “el pelado”? (Así llamaba cariñosamente el padre Cleopa al padre Barsanufio). ¡Si no le obedeces, te haces nada!

(Traducido de: Părintele Cleopa, Mânca-v-ar Raiul, Tipografia Multiprint, Iași, 2002, p. 133)