Palabras de espiritualidad

Un breve testimonio muy útil para mitigar los conflictos familiares

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿Es que la paz y el amor no son más importantes que el ayuno?

«Yo, un miserable, soy el responsable de un nuevo conflicto surgido en mi hogar. Y todo por un pastel preparado contra mi voluntad de que no contuviera ingredientes de origen animal (es decir, que fuera adecuado al ayuno). ¿Es que la paz y el amor no son más importantes que el ayuno? ¿Por qué rechacé comer del pobre pastel, pretendiendo que no era de ayuno, con tal de mantener la paz y el amor? Porque ya estaba predispuesto al enfado con mi esposa y mi cuñada, porque no acostumbran a ir a la iglesia, porque no respetan los períodos de ayuno y porque viven la mayor parte del tiempo en una profunda dejadez. Ana Constantinovna lee solamente novelas y, siendo una joven viuda, gusta de comer sólo cosas dulces, dormir mucho, juzgar y corregir a todos, y discutir con cualquiera que, por cualquier razón, no sea de su agrado; gusta, en fin, de hacer siempre su voluntad, ignorando a sus mayores. Así, mucho tiempo atrás empecé a sufrir en el alma al ver el desorden, la desidia y la pereza de quienes viven conmigo, y deseaba echárselos en cara, esperando solamente la ocasión perfecta para hacerlo. Y la ocasión llegó... ¡vaya por qué! Y desaté toda mi ira y mi indignación, reprochándoles a mi esposa y a mi cuñada que vivan sin trabajar, sin asistir a la iglesia, sin participar de los sacramentos. Y, cuando mi cuñanda me dijo que deseaba que quien había murmurado contra ella muriera ahogado, no pude soportarlo más y me levanté bruscamente, a pesar de que recién me había sentado para almorzar. Y me fui de la casa, porque me parecieron muy graves esas palabras dirigidas a mi asistente (el que me contó todo sobre ellas), y también las dirigidas a mí mismo. Soy culpable, Señor, soy culpable por no haber sabido contener mi vehemencia por una cosa tan insignificante, dándole rienda suelta a la cólera y la envidia (sí, sentí envidia de su almuerzo, que no era de ayuno).

Por eso, le pido a Dios que nos conceda la sabiduría, castigándonos; que nos ilumine, que nos reconcilie y también nos salve, impidiéndonos vivir en enemistad. Y que le muestre a mi cuñada qué es lo que debe hacer, es decir, que viva del fruto de su trabajo, porque aún está joven, sana y vigorosa, así que es lo justo».

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Calea pocăinței lăuntrice - Jurnal duhovnicesc needitat, Editura Evanghelismos, București, 2011, p. 83)