Palabras de espiritualidad

Un cambio radical

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

El hombre tiene que encaminarse a Dios: en esto consiste la contrición. La contrición significa, esencialmente, cambiar.

La contrición, la transformación de nuestra forma de vida, la enmienda de nuestros pecados y la renuncia total a pecar más, junto con el cultivo de las virtudes, ayudan a que el hombre deje de moverse solamente hacia sí mismo, es decir, a que se aparte del egoísmo, mismo que lo empuja a amarse y a buscar cómo satisfacer todos sus deseos e intereses. El hombre tiene que dirigirse hacia Dios. En esto consiste, precisamente, el amor. El amor al prójimo participa del mismo espíritu.

Actualmente, el amor consiste en buscar cómo alimentar el propio ego, mientras el amor verdadero “no es interesado”, sino que se entrega, se ofrenda. El hombre se ofrenda a Dios y a su prójimo. Cuando el hombre se arrepiente y acude a confesarse, no basta con que reconozca determinados hechos, sino que tiene que decidirse a cambiar fundamentalmente, desde sus mismas raíces. Si el impulso que sientes se dirige a tu ego, es para agradarte solamente a ti mismo, para que te sirvas a ti mismo y te cuides a ti mismo, para que puedas nutrir tu propio ídolo; y, aunque busques cómo enderezar el rumbo, aunque te esmeres en hacer el bien a los demás, todo eso seguirá siendo parte del pecado.

El hombre tiene que encaminarse a Dios: en esto consiste la contrición. La contrición significa, esencialmente, cambiar. El hombre renuncia a sí mismo, a todo lo que lo lleva a encerrarse en sí mismo, para encaminar sus pasos hacia Dios.

(Traducido de: Arhimandritul Simeon Kraiopoulos, Adame, unde ești? Despre pocăință, traducere de Preot Victor Manolache, Editura Bizantină, București, 2008, pp. 80-81)