Palabras de espiritualidad

Un consejo vital para los monjes y también para los laicos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Lo recomendable es practicar una austeridad permanente, apartándonos de las cosas del mundo. ¿Qué lograremos con esto? Purificar nuestra mente con la meditación y la oración incesantes, para poder renunciar a los apetitos.

La primera treta que el maligno le pone al monje consiste en inducirlo a comer en exceso, para después tentarlo con el desenfreno. Ulteriormente, para no perder ese impulso, que es verdaderamente pernicioso para el alma, le provoca toda clase de figuraciones que engañan a la mente. Esta es la primera tentación que disipa todo el esfuerzo espiritual del monje, una espina que no solo ensucia el cuerpo, sino también el alma. Por eso, lo recomendable es practicar una austeridad permanente, apartándonos de las cosas del mundo. ¿Qué lograremos con esto? Purificar nuestra mente con la meditación y la oración incesantes, para poder renunciar a los apetitos.

La templanza es el médico que nos puede librar de este sufrimiento, devolviéndonos la salud. Además, con este ejercicio, el monje avergüenza a los demonios. Porque sé —y estoy convencido de ello— que los demonios asumen distintas formas, según la persona. Unos toman la forma de bestias salvajes, tentando a los monjes con el miedo; otros los pierden con el poder y los puestos de mando, desviando su atención de los madamientos de Dios; otros engañan al monje con la belleza ajena, mientras otros socavan la fuerza de la humildad por medio del orgullo. Asimismo, hacen que el alma caiga en las diversiones del mundo y los peligros del amor a lo material, como desear siempre recibir dádivas. Con todo esto, el demonio enceguece en el monje la devoción por las virtudes y, arrastrándolo al caos y la confusión del mundo, lo condena al fuego eterno.

Por eso es que el Señor dijo: “La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan, pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida”.

(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele MinunatCuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 106)