Un hermoso don del amor de Dios para la humanidad
Soy un pecador, un débil, sí, busco la piedad de Dios, me siento a salvo con Él, me siento en paz, y todo lo demás se me olvida.
No hay nada más excelso que la contrición y la confesión. Este misterio es el don del amor de Dios hacia el hombre. De esta maravillosa manera el hombre se libra del mal. Vamos, nos confesamos, sentimos que nos reconciliamos con Dios, el gozo viene a nuestro interior, la culpabilidad se va. En la Ortodoxia no hay obstáculo que no pueda ser vencido. No hay impedimentos, porque existe aquel que escucha la confesión, quien tiene el poder de perdonar. ¡Qué importante es la figura del padre espiritual!
Ya desde muy pequeño, cuando caía en pecado, no dejaba que pasara mucho tiempo e iba a confesarme, y todo eso se disipaba. Y yo sentía que volaba de regocijo. Lo mismo hoy en día. Soy un pecador, un débil, sí, busco la piedad de Dios, me siento a salvo con Él, me siento en paz, y todo lo demás se me olvida. Cada día pienso que he pecado, pero deseo que todo lo que me ocurre se convierta en oración y que no se quede encerrado en mi interior.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, p. 289)
