Un relato de gran provecho espiritual
Un día, un hermano forastero vino a buscar al anciano, y al ver el libro, lo deseó. Así, escondiéndolo entre sus ropas, huyó.
Relataban algunos que el anciano Gelasio tenía un viejo libro de pergaminos, que valía al menos dieciocho monedas. En él se hallaban toda la Escritura antigua y la nueva, y solía dejarlo en la iglesia, para que cualquiera de los monjes que así lo deseara pudiera leerlo. Un día, un hermano forastero vino a buscar al anciano, y al ver el libro, lo deseó. Así, escondiéndolo entre sus ropas, huyó. Entre tanto, el anciano ignoraba todo lo que había ocurrido. Ese mismo día, el monje se fue a la ciudad a intentar vender el libro. Encontrando un posible comprador, le dijo que el precio era de dieciséis monedas. Este le respondió: “Déjamelo un poco para estudiarlo, y luego te pagaré”
Así lo hizo el monje. Entonces, el comprador se fue a buscar al anciano Gelasio para que le dijera cuál podría ser el precio justo de aquel libro, siendo que le habían pedido dieciocho monedas por él.
Después de reflexionar un poco, el anciano dijo: “Cómpralo, es un buen libro y vale el precio que te dijeron”.
Volviendo a su sitio de encuentro, el comprador le dijo al monje:
—Se lo mostré al anciano Gelasio, y me dijo que es muy caro, que no vale el precio que me pides.
—¡¿Y no te dijo nada más?!
—No.
—Pensándolo bien, ya no quiero venderlo...
Humillándose, el monje tomó el libro y corrió a buscar al anciano Gelasio, lleno de arrepentimiento. Al llegar, le tendió el libro, pero el anciano no quiso recibirlo. Entonces, el monje dijo:
—Si no lo recibes, padre, ya no tendré paz.
—Si es así, lo tomaré.
Y aquel monje se quedó hasta su muerte en aquel monasterio, fortalecido por las virtudes del anciano.
(Traducido de: Patericul, ediția a IV-a revizuită, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2004, pp. 47-48)