Un relato sobre la confianza en el auxilio de Dios
Cuando el stárets se hallaba nuevamente de camino a Sinaia, pero esta vez cerca de la cima de la montaña, se desató una terrible ventisca. Entonces, sabiendo que solamente Dios podía salvarlo de una muerte segura, el padre Mijail se postró de rodillas y, elevando las manos al cielo, empezó a orar con lágrimas, así: “¡Hágase Tu voluntad, Señor!”.
Una noche de invierno, después de los oficios litúrgicos, el stárets Mijail Bădilă salió de la skete y se dirigió a la montaña, al Monasterio Sinaia. En un momento dado, observó que frente a él había varios lobos acechándole. Con todo, el anciano no se asustó. Lo que hizo fue persignarse y exclamar:
—¡Hágase Tu voluntad, Señor!
Después, dirigiéndose a los lobos, les dijo:
—Si Dios les ordenó que me devoraran, aquí estoy, pueden venir a por mí. Pero si no recibieron ese mandato, mejor vuelvan por donde vinieron.
Ni bien había terminado de decir eso el stárets, cuando los lobos agacharon la cabeza y, dándose la vuelta, desaparecieron entre los árboles.
En otra noche de invierno, cuando el stárets se hallaba nuevamente de camino a Sinaia, pero esta vez cerca de la cima de la montaña, se desató una terrible ventisca. Entonces, sabiendo que solamente Dios podía salvarlo de una muerte segura, el stárets Mijail se postró de rodillas y, elevando las manos al cielo, empezó a orar con lágrimas, así:
—¡Hágase Tu voluntad, Señor!
Sin saber cómo, en un abrir y cerrar de ojos, el stárets se encontró caminando a un lado de la carretera que lleva la ciudad llamada Buşteni. Así, lleno de gratitud con Dios, al día siguiente regresó en paz a la skete.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 606)