Un simple pensamiento te puede convertir en un esposo infiel
Para luchar con el pecado, debemos llamarlo por su nombre; no se puede llamar “amor” a lo que no es sino una felonía. Así podremos luchar más fácilmente en contra suya.
Una amiga mía tiene un admirador en su lugar de trabajo. Éste la galantea, le hace obsequios y ella no sabe cómo proceder, porque, con todo, le parece ser “el hombre de sus sueños”. El problema es que ella es casada. ¿Qué debe hacer? (Nina C.)
—Que no se permita el más pequeño error. Es necesario que recuerde que la ley moral es indestructible. En este caso, no hay situaciones justificantes, ni siquiera excepcionalmente. No puedes decir: “Me permito amar a esta otra persona, porque mi esposo es un bruto, sin nada de delicadeza... ¡No tenemos ninguna clase de comunicación o unidad espiritual! ¡Ah, pero el alma de Fulano es distinta, coincidimos en todo y tenemos la misma idea de vida! ¿Cómo no amarle?”.
El simple hecho de pensar así, aún sin llegar a materializar tales ideas, es ya una forma de infidelidad. Desde luego que la infidelidad puede ser de distintas formas, pero pensar en esa otra persona es caer en adulterio. No hay otra forma de asumir estas cosas. Para luchar contra el pecado, debemos llamarlo por su nombre. Entonces, no podemos llamar “amor” a lo que no es sino una felonía.
(Traducido de: Dr. Dimitri Avdeev, Ioana Besedina, Femeia şi problemele ei: perspectiva psihiatrului ortodox, traducere din limba rusă de Eugeniu Rogoti şi Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2011, pp. 45-46)