Una lección de modestia y espabilamiento
“¡Qué ocasión tan propicia para demostrar mi abnegación, bondad y desprendimiento!”.
«Jilava*, mayo-junio 1960.
El estado de euforia y agradecimiento que me inunda desde mi Bautismo, me anima a buscar la más mínima ocasión para hacer el bien y mostrarme cada vez más servicial. ¡Qué feliz me siento por tanta serenidad, y qué indiferente ante la mezquinidad y banalidad que me rodea!
Mi primera lección de modestia y de espabilamiento a la realidad, la recibo justo en la celda a la que acabo de ser transferido, después de abandonar la otra, en donde fui bautizado.
La ventana está clavada sobre reglas de madera, y sobre esta hay un pequeño cuadrado descubierto. A éste lo podemos abrir y cerrar. En principio, tenemos prohibido acercarnos a menos de dos metros de la ventana, pero algunos de los guardias son más permisivos y nos dejan manipular aquel pequeño marco como queremos.
La mitad de los reclusos de mi celda desean mantener cerrada la ventana (“¿Acaso quieren matarnos? ¡Ciérrenla, que hay un viento muy fuerte!”)
La otra mitad desearía mantenerla siempre abierta aquella. (“¿Acaso quieren matarnos? ¡Nos sofocamos, hay un calor terrible!”)
¡Qué ocasión tan propicia para demostrar mi abnegación, bondad y desprendimiento! Así, manifiesto: “Hagan como quieran, a mí me da igual. ¡No me inclino ni por una ni por otra solución!”.
Pero, ocurre que todos empiezan a coincidir en contra mía. Desde todos los rincones se oye: “¿Qué? ¿Quieres quedar bien con todos?”, “¡Lo que este quiere es ser cochero y pasajero a la vez!”, “¡Este quiere tener el jamón en la bodega y el cerdo en el corral!”, “¡Elige, o con la carne, o con el queso!”. En fin, la animadversión es general, encendiéndose espontánea y sinceramente.
Me digo: “¡Modestia, muchacho! Paso a paso. No tienes ni seis meses en prisión, ni dos desde que te bautizaron, y ya te crees Simeón el Estilita! ¡Moderación con la imparcialidad y el desprecio a los nimiedades!”.
Necesitaré de más días para entenderlo finalmente. Luego, voto para mantener la ventana abierta. Y todo se sosiega como por encanto. A bajarme de la cabra, a desender de la columna... “tombé de la branche” (venirse a tierra desde la rama)».
* Cárcel para detenidos políticos, durante el régimen comunista rumano. (N. del T.)
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, pp. 260-261)