¡Ven, Jesús!
Ven, Jesús. ¡Cuánto te anhelo! Ven, te suplico, que afuera es de noche, y es de noche también en mi alma. ¡Ven, que en mi corazón no hay más que vacío y oscuridad!
Estoy, Padre, en el portal de mi alma, y te espero. Y espero que vengas como un emperador a la recámara de mi alma pecadora. Entre, mi Buen Jesús, al templo de mi corazón y llénalo de alegría y esperanza de salvación. Ven, Jesús, a mi mísera casa. Ven, Jesús, a mi alma tan vacía y triste, y haz de ella un trono para la Santísima Trinidad y un templo para Tu Santísimo Espíritu. Ven y, en vez de acudir a los ángeles y a otras personas, yo mismo te cantaré un “Hosana” y un “Aleluya”.
Ven, que te llamo. Ven, que te espero. Ven, Jesús. ¡Cuánto te anhelo! Ven, te suplico, que afuera es de noche, y es de noche también en mi alma. ¡Ven, que en mi corazón no hay más que vacío y oscuridad!
(Traducido de: Mi-e dor de Cer, Viața părintelui Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 193)