Palabras de espiritualidad

Venciendo en la lucha contra los pensamientos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

“Volviendo a tu monasterio, enciérrate en tu celda durante cincuenta días, sin comer nada más que un trozo de pan seco con sal por las noches. Hecho esto, ven a buscarme nuevamente y te diré qué más debes hacer”.

Un monje, decidido a partir del monasterio para irse a trabajar como agricultor, fue a visitar a un respetado stárets, y le preguntó: “Padre, estoy por irme a trabajar en la siega. ¿Qué debo hacer?”. Y el anciano respondió: “Si te digo lo que debes hacer ¿me obedecerás?”. Dijo el primero: “Sí, te obedeceré”. “Si es así, no te vayas a la siega y, volviendo a tu monasterio, enciérrate en tu celda durante cincuenta días, sin comer nada más que un trozo de pan seco con sal por las noches. Hecho esto, ven a buscarme nuevamente y te diré qué más debes hacer”, contestó el stárets.

Así lo hizo y después de cincuenta días volvió a buscar al anciano. Este le explicó cuál es la forma correcta en que el monje debe permanecer en su celda. Cuando regresó al monasterio, el monje corrió a encerrarse nuevamente en su celda, y durante tres días se mantuvo postrado hasta el suelo, llorando ante Dios. En un momento dado, sintió que sus pensamientos le decían: “¡Cuánto has crecido espiritualmente! ¡Qué nivel tan elevado has alcanzado!”. Pero él respondió con otros pensamientos: “¿Y en dónde quedaron todas mis faltas?”. Y empezó a enumerar sus pecados. Pero entonces le vinieron otros pensamientos: “¿Ya viste cuántos pecados tienes? ¡Nunca podrás salvarte!”. Mas él respondió: “Sin embargo, le sigo sirviendo a Dios, y creo que por Su inefable bondad se apiadará de mí”.  De esta manera se mantuvo luchando esos días, hasta que finalmente los malos espíritus se dieron por vencidos, reconociendo: “¿Por qué nos perturbas de esta manera?”. “¿Cómo así?”, dijo el monje. “Si te enaltecemos, corres a la humildad. Y si te humillamos, no podemos evitar que te enaltezcas”. Así, reprendidos, en ese instante aquellos pensamientos se desvanecieron.

(Traducido de: Everghetinosul, vol. 1-2, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 178)