Palabras de espiritualidad

¿Visitar o no visitar a nuestro amigo enfermo?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

La aplicación de los mandamientos del Evangelio requiere tener la suficiente disposición para dejarte guiar por el amor.

Sabemos, a partir de las enseñanzas del Evangelio, que visitar a los enfermos es un acto de virtud. Pero también sabemos que la aplicación de los mandamientos del Evangelio requiere tener la suficiente disposición para dejarte guiar por el amor. Así, muchas vcces, el amor que deseamos demostrarle a un enfermo, visitándolo, podría manifestarse de forma más provechosa si lo dejáramos descansar. En mi caso, a veces, cuando he estado enfermo, para no ser “víctima” de la piedad de mis amigos, he puesto en la puerta un letrero para atajar sus intenciones. ¿Qué dice el letrero? «He aquí un relato de la vida de San Arsenio el Grande. Una señora opulenta vino desde Constantinopla al desierto, buscando el consejo del conocido monje. Al encontrarlo, le dijo: “Padre, deme alguna recomendación, algún mandamiento, y lo cumpliré celosamente durante el resto de mi vida”. Y él le respondió: “He aquí mi consejo, y no olvides que prometiste cumplirlo al pie de la letra: cuando escuches que Arsenio se halla en determinado lugar, apresúrate y vete a otro lado…”».

El mismo amor debería impedirnos visitar a aquellos que perfectamente pueden, en completa paz espiritual, privarse de nuestras visitas ínsipidas y penosas.

Con todo, muchas veces puede ocurrir que aquel que visita a un enfermo termine ayudándolo a recobrarse, al exhortarlo a ver de otra manera la situación, a recuperar el amor a la vida, esa fuerza vital que hay en él, e impidiendo que caiga presa de los pensamientos negativos o las trivialidades. Todos sabemos cuán dañinas pueden ser algunas conversaciones y a qué nivel de agobio nos pueden llevar tales visitas. Esto es lo que deberían aprender los sacerdotes, sin importar su edad, y también los médicos, los enfermeros y los familiares de los enfermos: una de las cosas que puede comprometer seriamente una visita bien intencionada es el palabrerío inútil, porque el enfermo podría recurrir a esto para protegerse de la necesidad de ser serio, de expresar su aflicción y de mostrarse sincero y auténtico. Los discursos inútiles llevan a que el enfermo pierda paulatinamente el contacto con la realidad, hasta ser incapaz de ver frente a frente la vida, la enfermedad y su propia sanación.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Viața, boala, moartea, traducere de Monahia Anastasia Igiroșanu, Editura Sfântul Siluan, Slatina - Nera, 2010, pp. 29-31)