Desde hace dos mil años, esta certidumbre, o mejor dicho, esta experiencia es lo que nos atrae, como un imán, durante la Semana Santa, a la iglesia, como en la noche de la Resurrección, cuando, reunidos frente a la iglesia, recibimos la luz de la Resurrección y el saludo (o reto): “¡Cristo ha resucitado!”.
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