Ayuno y oración, siempre juntos
Aquel que ayuna, pero no ora, termina haciéndose una úlcera.
El ayuno está atado a la oración. Aquel que ayuna, pero no ora, termina haciéndose una úlcera. Santa María Egipcíaca, a lo largo de diecisiete años, comió solamente algunos granos de lenteja y agua. ¿Por qué no se enfermó? Porque sustituyó lo que era para el estómago con la oración. Así, debemos unir el ayuno a la oración. ¿Cómo? Con sencillez y sinceridad.
Oremos leyendo nuestros libros de plegarias, pero también con nuestra mente, desde nuestra simplicidad. Por ejemplo, cuando alguien tiene algún problema, le reocomiendo que repita: “Señor, te pido que dispongas Tú de las cosas para mi provecho, como creas que es necesario en este mundo y en la eternidad”.
Puedo conversar con Dios de la forma en que yo quiera, pero en mi interior, yo y Dios. No es bueno ponernos a orar como nos venga y en voz alta. Oremos siguiendo las guías de nuestros libros, como el Libro de las Horas; después, si queremos, podemos dialogar con Dios utilizando palabras más simples. Porque, si lo hemos notado, a Dios no lo tratamos de “Usted”, sino que le decimos: “¡Tú, Señor!”. ¿Por qué? Simplemente porque Él es nuestro Padre.
(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, De la prietenie la iubire, Editura Agaton, p. 190)