Cada persona que nos rodea es nuestro prójimo
Nuestra más grande obligación, la más santa de todas, es tener un corazón de madre para con nuestros semejantes. Es nuestro deber amar a todos, tal como una madre ama a todos sus hijos por igual.
Cada persona, cada ser que tiene un cuerpo semejante al nuestro, es nuestro semejante. No tienes permitido juzgarlo. No es cosa tuya lo que haga o deje de hacer. ¡Ayúdalo, porque, ayudándolo, no le das a él, sino a Cristo Mismo! ¿Qué dice el Evangelio? “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos Míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 40).
Nuestra más grande obligación, la más santa de todas, es tener un corazón de madre para con nuestros semejantes. Es nuestro deber amar a todos, tal como una madre ama a todos sus hijos por igual. Una buena madre, una madre verdadera, aunque tenga diez hijos, siente el mismo amor por cada uno de ellos. Así es como tenemos que comportarnos con todos, buenos y malos, sin hacer diferencias, amándolos a todos como a nosotros mismos.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 11)