Cómo manifiesta Dios Su amor por la humanidad
A cambio de la doctrina más pura, del ejemplo de vida más santo, de las señales más prodigiosas, de incontables milagros, Él pedía, en vez de agradecimiento, solamente la voluntad del hombre para recibir un nuevo bien, el más grande de todos.
La redención de aquel que fuera vendido bajo el pecado es un hecho. El precio más alto fue pagado por su liberación. Sin embargo, ¿qué ocurre si tan indigno siervo se ha acostumbrado a amar sus ataduras? ¿Qué sucede si no quiere saber nada de la liberación que se le otorgó? El poder y la sabiduría de Dios tenían que vencer dicho obstáculo y, ¡oh, milagro de la insensibilidad humana!, en pocos Días, nuestro Mediador hizo que Dios se apiadara del hombre.
Años enteros de trabajo constante fueron necesarios para hacer que el hombre volviera a Dios. Aparentemente, resultaba más fácil poner fin a la eterna enemistad con el Eterno, que frenar el descaro del polvo levantado por la tormenta de la inconstancia. A cambio de la doctrina más pura, del ejemplo de vida más santo, de las señales más prodigiosas, de incontables milagros, Él pedía, en vez de agradecimiento, solamente la voluntad del hombre para recibir un nuevo bien, el más grande de todos. Con estas armas de oro, Él venció finalmente a la incredulidad y reconoció con júbilo ante Su Padre: “Yo te he glorificado en la tierra, llevando a término la obra que me encomendaste. He manifestado Tu nombre a los hombres” (Juan 17, 4, 6).
(Traducido de: Sfântul Filaret, Mitropolitul Moscovei, Cuvinte despre Taina Crucii, Editura Sophia, București, 2002, p. 29)