Esforcémonos en examinar la vida que nos rodea. Apresurado todo el tiempo, el hombre “se gana” el aturdimiento de la vanidad y experimenta amargas situaciones, imposibles de evitar, las cuales lo someten a las más profundas tristezas y ansiedades.

Mi consejo es el siguiente: seamos pacientes y soportemos todas las aflicciones sin lamentarnos, sin enfadarnos, de manera que, con ese frecuente desorden de eventualidades, no terminemos perdiendo nuestra autenticidad como humanos, misma que tiende naturalmente a la perfección, porque esa es su vocación. ¡Estemos atentos, no sea que, en nuestra agitación, empecemos a odiar la imagen divino-humana, y, así, hagamos de nuestra vida algo imposible de soportart!

Dice San Juan Crisóstomo: “Los hombres se salvarán gracias a la misericordia, en el sentido más amplio de esta palabra”. Y, en otra parte, desarrolla esta idea: “¡Odia el pecado y no al pecador! ¡Con la ayuda de Dios, Quien fortalece nuestra mente y nuestra voluntad, podemos realizar todo lo que creíamos imposible!”.

(Traducido de: Monahul Moise Aghioritul, Tristețea anxietății și bucuria nădejdii, Editura Sophia, 2005, p. 52)