Palabras de espiritualidad

Cuando elegir puede matar a sangre fría al amor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Dios sana, Dios perdona, Dios renueva todo con Su gracia, si nos ofrecemos a Él.

Viene la edad en la que empiezas a tener escalofríos. Cuando dices: “¡Gloria a Tí, Señor, Gloria a Tí!”. Viene también la edad cuando descubres el pecado, algo que alguna persona te enseñó o cuando tu propia manita llegó a donde no debía, y dices: “¡Señor, líbrame del pecado, porque duras son sus consecuencias!”.

¿Por qué es pecado? Porque así lo dice Dios. Dios bendijo y bendice al hombre y a la mujer y su unión en el Sacramento del Matrimonio. Un hombre de Dios, el padre John Breach, dice que la diferencia del hombre y la mujer, antes y después del matrimonio, es como la diferencia del pan y del vino, antes y después de su transformación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo Redentor. El Sacramento del Matrimonio hace del hombre un rey y de la mujer una reina, de dos siervos de los deseos carnales, dos siervos de Cristo, es decir, del Amor, del Sacrificio. Y de allí nace una fuerza que les hace capaces de amar, incluso entonces cuando no se atraen físicamente o cuando atraviesan algún problema o dolor espiritual, sentimental.

Cuando crees que comienzas tu "vida sexual”, no empiezas más que a elegir determinadas maneras de obtener placer, ligadas al vicio del desenfreno. Sin notarlo, empiezas a necesitar nuevas formas de placeres que luego te llevan al dolor. Esta es la caída del hombre: busca un placer que le trae, más allá de la satisfacción momentánea, una aparente liberación, un sentimiento de seguridad. Pero todo se queda a nivel psicológico y termina siempre en miedo y dolor.

Efectivamente, en nuestros días es doloroso hablar de algo así, porque la mayoría de jóvenes han caído en ello, así han comenzado a amar. Pero no tenemos otra opción: si amamos a Cristo, es necesario llamar las cosas por su nombre y tal clase de amor no es más que un pecado y la consecuencia del pecado es la muerte. ¿Quién muere? El amor es el que muere. Que no se asusten, que no se enojen, que luego estos jóvenes no digan que no han tenido suerte cuando ya no pueden amarse. No se pueden amar más porque el amor ha muerto, porque esta es la consecuencia del pecado del desenfreno. Sí, una relación de pareja puede resistir incluso después de que el amor muere, si es alimentada de valores o intereses comunes, pero aún así, ya no hay amor. Y las personas creen que “así es la vida”, pero, de hecho, “así es la muerte”.

¡No lloren! Les tengo también una buena noticia:

¡Dios sana, Dios perdona, Dios renueva todo con Su gracia, si nos ofrecemos a Él!

 

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 46-47)



 

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