Cuando los padres les mienten a sus hijos
Debido al instinto natural de imitación, el niño comienza a mentir también, cerrándose en sí mismo y aprendiendo a mentirles a los demás. Aparece, entonces, una cierta inclinación a la falsedad y a la incorrectitud en general.
Los padres y maestros deben entender en qué situación ponen al niño cuando le mienten. En primer lugar, se ve afectada su confianza en ellos. Se levanta un muro de falsedad con el que el niño se choca y, mientras más frío, más cínico y más artero sea el engaño, más venenoso será para el alma del pequeño. Así, tambaleándose su confianza, el niño se llenará de intrigas y esperará que le vuelvan a mentir. Con esto se debilitará también su respeto para con sus progenitores.
Debido al instinto natural de imitación, el niño comienza a mentir también, cerrándose en sí mismo y aprendiendo a mentirles a los demás. Aparece, entonces, una cierta inclinación a la falsedad y a la incorrectitud en general. Se desvanecen la claridad y la transparencia de su alma. El niño, así, comienza a vivir en un mundo de engaños, al principio insignificantes, luego mayores.
La crisis de confianza provoca, tarde o temprano, la crisis de la fe, porque la fe requiere de integridad espiritual y sinceridad. Así pues, todos los fundamentos del carácter espiritual que vienen al niño en estado de crisis son, usualmente, simplemente demolidos. En el alma comienza a reinar una atmósfera de fullería, falsedad y cobardía, que llega a convertirse en un hábito invisible, dando a luz a mayores y peores traiciones e intrigas.
(Traducido de: Viaţa de familie, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2009, pp. 39-40)