Palabras de espiritualidad

Cuando los padres quieren modelar a sus hijos según sus propios anhelos y expectativas

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

A muchos padres se les olvida —y alguien tendría que recordarles— que la etapa más bella y más libre de preocupaciones en la vida del humano es la infancia. Nosotros, los adultos de hoy, ya hemos gozado lo mejor de la vida, y no es correcto privar a nuestros hijos de ello.

La vida te puede dar satisfacciones en todos los campos o, al contrario, solamente tristezas y remordimientos. Depende de nosotros qué parte del vaso queremos ver. Por eso, para muchos, la escala de valores ha sido puesta al revés, llegando a la situación en la cual lo único que importa es cuánto dinero tienes e hijo de quién eres, y no tanto qué sabes hacer.

Los noticieros más amarillistas suelen inundarnos con toda clase de información sobre las “estrellas” del “mundo del espectáculo”. Se habla largo y tendido de su vida íntima o de la inmensa riqueza que, de hecho, no tienen. Y, entre los individuos “normales”, hay muchos que quisieran verse en esa situación: ser hermosos, famosos, apreciados y ricos. Pero, en la mayoría de casos, esto es algo casi imposible de alcanzar.

Cuando los adultos jóvenes que crecieron con aspiraciones y expectativas tan exageradas ven que lo que tanto anhelaban no llegó a realizarse jamás, o no en la medida que esperaban, voltean la mirada y la atención hacia sus hijos. Así, alzarlos hasta ponerlos en un pedestal se convierte en su único propósito de vida. Pero se les olvida —y alguien tendría que recordarles— que la etapa más bella y más libre de preocupaciones en la vida del humano es la infancia. Nosotros, los adultos de hoy, ya hemos gozado lo mejor de la vida, y no es correcto privar a nuestros hijos de ello.

Es posible que, queriendo manifestar un amor exagerado, o debido a un deficiente conocimiento de sus propios hijos, o por el deseo exacerbado de responder a sus expectativas, algunos padres empujen a sus hijos más allá de lo que estos pueden dar. Con esto, en vez de ayudarlos, los perjudican, porque les crean una idea falsa de sus propios valores, llegando a vivir, prácticamente, una vida que otros quisieron para ellos mismos. Y yo me pregunto: ¿qué pasará con aquellos que, en un momento dado, dejarán de ser apreciados? ¿Seguirán su andadura en el camino que se les trazó, o mejor renunciarán completamente a todo?

Muchos dicen que para llegar a la cima tienes que sacrificarte. Pero depende de cada quién en qué medida está dispuesto a renunciar a sus propios anhelos y aspiraciones, con tal de agradar a quienes le rodean. Lo mejor es hacer todo con medida, como decían los romanos, es decir, estar atentos a lo que esperamos de nuestros hijos, y no condenarlos a una vida que no quieren o que no los representa.

Ciertamente, hay niños con un talento innato, y este debe ser descubierto y cultivado, pero también hay niños perfectamente normales, que son percibidos pos sus padres como auténticos genios. Sin embargo, esto es algo que solamente el tiempo puede demostrar, en algún momento. Hasta entonces, cada niño tiene derecho a una infancia normal, hermosa y sin preocupaciones.

Alina Ane-Maria Pripon

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