Damos poco y, a cambio, recibimos eternidad
Cuando seamos recompensados por nuestra vida terrenal, el Juez se sentará en el trono de Su gloria, rodeado por miles y miles de ángeles, y frente a Él se presentarán todas las criaturas.
¡Qué feliz es el hombre que practica la obediencia! ¡Qué piadoso el que da testimonio! ¡Qué santo es el paciente! ¡Qué bienaventurado es el fiel y el que cumple con firmeza los mandamientos divinos! Por eso, hermanos míos, no nos desviemos, no cedamos, no ensuciemos nuestra mente, no retrocedamos, no permanezcamos enquistados, no desertemos. ¡Atiendan lo que les digo, compañeros de sacrificios, compañeros de viaje, de peregrinación! Tenemos un cuerpo, sí, pero no tenemos que ser indulgentes con él. Como dice la palabra, “el tiempo es poco, la vida es breve”. Aunque nuestra vida se extienda a los setenta u ochenta años, no es nada en comparación con siglos de eternidad. Demos un poco y recibiremos de vuelta decenas de miles. Demos un poco y recibiremos siglos eternos. Seamos pacientes y esforcémonos por un tiempo, y recibiremos un descanso sin fin. Lloremos de añoranza por Cristo, para que después podamos saltar con un júbilo que no tiene fin.
Sí, hermanos míos, les suplico que nos presentemos bien ante nuestro Señor Todopoderoso. Hagámonos un buen nombre desde este mundo, y también en el cielo, siguiendo a los Padres. Acordémonos los unos de los otros en la eternidad, no con resentimiento o tristeza, sino con felicidad y buena disposición, Cuando seamos recompensados por nuestra vida terrenal, el Juez se sentará en el trono de Su gloria, rodeado por miles y miles de ángeles, y frente a Él se presentarán todas las criaturas. Entonces la ubicación a Su derecha o a Su izquierda evidenciará a quienes con gloria y honor entrarán a la morada celestial, pero también a los que con oprobio y deshonra serán arrojados al abismo, donde el fuego no se extingue y los gusanos no mueren [1].
(Traducido de: Sfântul Teodor Studitul, Catehezele Mari. Cateheza 12, în curs de apariție la Editura Doxologia)
[1] Marcos 9, 44, 46, 48.