De cómo se nos muestra el camino de la virtud
El Señor, enseñándonos el camino de la salvación, dice: “Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mateo 7, 14). Y a quienes con perseverancia buscan guardar Sus santos mandamientos, Él les dice: “Mi yugo es suave y Mi carga ligera” (Mateo 11, 30).
El camino de la virtud se les muestra a aquellos que empiezan a amar el fervor por Dios lleno de austeridad y privaciones, pero no porque sean así, sino porque, ya desde el vientre materno, la nauraleza humana convive con un sinnúmero de embelesos, y a quienes han podido pasar de esto, la templanza se les muestra dulce y agradable, porque, así, el mal hábito, siendo sometido a otro, pero virtuoso, con la labor de la generosidad, se disipa junto con el recuerdo de los placeres más instintivos. Con esto, el alma aprende a transitar dulcemente por todos los caminos de la virtud. Por eso es que el Señor, enseñándonos el camino de la salvación, dice: “Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mateo 7, 14). Y a quienes con perseverancia buscan guardar Sus santos mandamientos, Él les dice: “Mi yugo es suave y Mi carga ligera” (Mateo 11, 30).
Luego, al inicio de nuestro trabajo espiritual, tenemos que guardar Sus santos mandamientos, aun forzando nuestra voluntad, para que, al ver nuestro Buen Dios el propósito que buscamos y el esmero que ponemos en esa labor, y que con agrado corremos a cumplir Su gloriosa voluntad, nos envíe Su santo auxilio. Y desde entonces nuestra voluntad se mostrará dispuesta a hacer las cosas del Señor, cada vez con más alegría.
(Traducido de: Everghetinosul, vol. 1-2, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 147)