No olvidemos nunca que la desesperanza es alguien, un espíritu que nos inunda y nos somete. Sabiendo esto, seamos conscientes de que no estamos siendo atacados por una figuración de nuestra mente, que no es un estado natural; salgámonos un poco de la psicología, del psicoanálisis y entremos en el terreno de lo espiritual, en donde tenemos que encontrar a quien se halla detrás de cada uno de nuestros pensamientos, porque ningún estado y ninguna idea aparece de la nada. Alguien da origen a todo eso, y si esa idea, ese pensamiento es algo ajeno a mi corazón, es que alguien lo puso ahí, y ese alguien, si no es de Dios, es de quienes se oponen a Él. 

Entonces, lo que tengo que hacer es levantarme y no aceptar ese pensamiento, por medio de la oración, con un poco de esfuerzo, con un vínculo que debo cultivar con la Iglesia, con mi padre espiritual, con los demás, un lazo de paz y de amor, el cual debe ir creciendo poco a poco en mi interior.

¡Apartemos toda desesperanza de nosotros, tal como nos sacudimos y nos limpiamos el lodo de los zapatos cuando vamos a entrar en algún lugar!

(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, Puterea duhovnicească a deznădejdii, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2014, pp. 92-93)