De los beneficios del ayuno para la salud
¿Qué embarcación puede guiar más fácilmente el marinero, para salvarla de los peligros de una tormenta? ¿Una que va sobrecargada, o una que lleva una carga ligera?
El ayuno es el don más preciado de Dios y el mandamiento más antiguo, el cual ha sido guardado como una herencia paterna, llegando hasta nuestros días. Así pues, practiquémoslo con alegría. Los más pobres, como un compañero de viaje; los que trabajan, como una fuente de paz; los más ricos, como eso que los salvará de los peligros de la abundancia. El ayuno regala su dulce gusto a todos aquellos a los que el deleite continuo los priva de su agradable sabor.
Los enfermos, recíbanlo como a la madre de la salud; los pobres, como algo que les dará una mejor disposición. Preguntémosle a un médico, y nos dirá que no hay nada más incierto e inestable que la salud. Por eso es que los más sensatos se esmeran en ayunar, para conservar la salud y librarse del agobio que representa el sobrepeso del cuerpo.
Y no digas que no puedes ayunar, argumentando que podrías enfermarte o que tu cuerpo se debilitaría, si, por otra parte, llevas toda una vida atormentándolo con abundantes comidas. Todos sabemos bien que los médicos suelen recomendar a los enfermos una alimentación más ligera y también el ayuno, antes que una multitud de comidas copiosas.
Dicho de otra manera, ¿qué es más fácil para el cuerpo, descansar durante la noche, después de haber consumido una cena frugal, o tenderse en el lecho con el vientre hinchado de tanto comer? ¿Es posible dormir después de haber comido mucho? ¿Qué embarcación puede guiar más fácilmente el marinero, para salvarla de los peligros de una tormenta? ¿Una que va sobrecargada, o una que lleva una carga ligera? ¿No es cierto que la primera terminará naufragando ante la más pequeña tormenta? Lo mismo pasa con los cuerpos: cuando son atormentados con la abundancia de alimentos, fácilmente se enferman, en tanto que aquellos que se alimentan austeramente conservan su buena salud.
(Traducido de: Glasul Sfinților Părinți, traducere de Pr. Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, pp. 114-115)