Del ayuno de los grandes ascetas
En ninguna parte del Paterikón encontramos a algún asceta jactándose o considerándose un ejemplo para los demás, por haber hecho una dispensa en el ayuno al momento de recibir huéspedes.
En ninguna parte del Paterikón encontramos a algún asceta jactándose o considerándose un ejemplo para los demás, por haber hecho una dispensa en el ayuno al momento de recibir huéspedes. Lo que sí aparece consignado, es que esos santos ascetas y eremitas suspendían su ayuno ascético personal, que era mucho más severo que el que dispone la Iglesia. Comían, por ejemplo, legumbres hervidas o vegetales crudos, o un poco de pan seco, humedeciéndolo con agua. Y esto lo consumían no todos los días, sino cada 2 o 3 días, o con menor frecuencia.
Luego, si tenían visitas, hervían algunas legumbres u otros vegetales, y si era un día en el que era permitido consumir aceite y vino, rociaban los vegetales con un poco de aceite o bebían un vaso de vino. A veces se esmeraban más en atender a sus húespedes, intentando servirles alimentos que no parecieran tan austeros. Y con humildad aceptaban ser atendidos del mismo modo, las pocas veces que salían de sus celdas. Eso sí, cuando los visitantes se iban, retomaban su ayuno severo, o incluso ayunaban con más rigor, con tal de recuperar el terreno perdido, es decir, para eliminar cualquier posibilidad de haber caído en el engaño de asumir la hospitalidad como pretexto para debilitar su templanza.
Agrega el padre Epifanio que, cuando un asceta iba a visitar a otro en la soledad desierto, era recibido con un poco de vino (ya sea que se tratara de un día con permiso para consumirlo, o aplicando cierta oikonomía para ofrecer confort al visitante). Entonces, el convidado lo bebía con agradecmiento, por cordialidad; sin embargo, cuando volvía a su celda, dejaba de beber agua tantos días como vasos de vino hubiera consumido durante su viaje. Por eso es que su discípulo, apiadándose de él, cada vez que partían de viaje juntos, pedía en secreto a sus anfitriones que no les sirvieran nada de vino.
(Traducido de: Crâmpeie de viața. Din viața și învățăturile părintelui Epifanie Teodoropulos, Editura Evanghelismos, p. 65)