Del Santo Cáliz brotaron unas refulgentes llamas
Cuando el sacerdote trasladaba los dones a la Santa Mesa, los padres del niño hicieron un ademán que extrañó a todos...
Ireneo, el catequista, me relató lo siguiente:
Todo ocurrió un domingo, en la parroquia de San Basilio, en Lubudi, Congo. El padre Simeón oficiaba la Divina Liturgia. Al término de la Liturgia se estaba programado un oficio en memoria del pequeño Antonio, que había muerto de malaria cuarenta días atrás. Por tal razón, en la iglesia se hallaban también los padres del desdichado niño.
Al momento de la Gran Entrada, mientras el sacerdote trasladaba los dones a la Santa Mesa, los padres del niño hicieron un ademán que extrañó a todos. Cuando el sacerdote iba pasando frente a donde estaban ellos, en medio de la iglesia, ambos se estremecieron, haciendo un gesto de estupor y persignándose con admiración.
Al terminar la Liturgia, se acercaron al padre Simeón y a Ireneo, y les contaron lo siguiente: «Cuando el padre iba pasando ante nosotros, repitiendo las palabras: “Que el Señor Dios se acuerde de nosotros en Su Reino...”, vimos que del Santo Cáliz brotaban unas llamas muy resplandecientes, y nos asustamos. Por eso fue que nos persignamos sobrecogidos y con temor, incapaces de volvernos a mover en el centro de la iglesia».
(Traducido de: Părintele Damaschin Grigoriatul, Minunile – mărturie a dreptei credinţe, Editura Areopag, 2011, p. 74)