El ayuno es una herramienta para llegar a la virtud
El ayuno es una virtud, sí, pero, ante todo, un auxilio para llegar a la virtud.
He conocido laicos que, al ayunar, incluso han superado a los monjes más virtuosos. Por ejemplo, hay quienes son capaces de ayunar totalmente durante varios días. Recuerdo que una vez vino una señora a confesarse. Se llamaba Febronia y era ya una persona mayor. Ese día, cuando se me acercó para confesarse, era un miércoles. En ese entonces yo era joven, y estaba en mis primeros años como padre espiritual. Le dije:
—Con la ayuda de Dios, intente ayunar hasta mañana. (Era el segundo día de ayuno)
—¡Dios nos guarde, padre! Desde que me casé, hace ya tantos años, cada vez que comienza un período de ayuno, no como nada hasta el primer sábado.
¡Cómo obra el Señor para hacernos humildes!
Como vemos, hay personas que eligen voluntariamente y con total disposición —especialmente, por amor a Dios—, esforzarse, sacrificarse, sin importar dónde estén, porque Él está presente en todas partes. Por eso, les recomiendo que cada uno practique el ayuno total, en la medida de sus propias posibilidades. Algunos podrán un día; otros, dos, y otros, tal vez tres. Quien no pueda, que pida la bendición de su padre espiritual para consumir algo, solamente para fortalecerse y después hacer lo posible por continuar con su abstinencia, en compañía de otros cristianos. Porque el ayuno es una virtud, sí, pero, ante todo, un auxilio para llegar a la virtud.
(Traducido de: Arhimandritul Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, ediția a 2-a, vol. 3, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 108-110)