El año litúrgico está organizado de tal forma, que las festividades más importantes son precedidas por un período de ayuno. El ayuno presupone una forma de preparación para esas conmemoraciones, junto a la contrición, la purificación y la unión con el Señor, por medio del Sacramento de la Eucaristía.

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En el Evangelio se nos habla del misterio de la Encarnación del Señor. Hasta los ángeles se maravillaron del hecho que el Señor se haya encarnado y se haya hecho un hombre verdadero, sin pecado, para enseñarnos el camino a la salvación. Pero sucede que algunos, viendo a Cristo y recordando sus pecados, caen en la desesperanza. Esto no es correcto. Es importante confiar siempre en la misericordia de Dios, que es incomparablemente más grande que cualquier pecado, haciéndolo parecer un minúsculo grano de polvo arrojado a la inmensidad del mar.

(Traducido de: Părintele Valentin Mordasov, duhovnicul de la Pskov, Învăţături şi întâmplări minunate, Editura Sophia, Bucureşti, 2011)