Palabras de espiritualidad

El ayuno simple e intachable

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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La primera batalla del ayuno es renunciar a las comidas caras y grasosas; esta lucha aligera nuestro vientre y facilita que nuestro cuerpo pueda trabajar en el bien. Además, el ayuno aclara los ojos de nuestra mente, porque un regimen simple disipa los vapores que provienen de la preparación de los alimentos, alejándolos con su luz.

Debemos conocer las luchas del ayuno, para que, llegando conocer por nuestra propia experiencia el verdadero sentido de la continencia, podamos también enamorarnos de su belleza:

1). La primera batalla del ayuno es renunciar a las comidas caras y grasosas; esta lucha aligera nuestro vientre y facilita que nuestro cuerpo pueda trabajar en el bien. Además, el ayuno aclara los ojos de nuestra mente, porque un regimen simple disipa los vapores que provienen de la preparación de los alimentos, alejándolos con su luz.

2). La segunda lucha consiste en consumir sólo legumbres secas y crudas, así como agua pura, que auxilia la severidad del ayuno y elimina como una espada el reflujo que nace de la saciedad.

3). La tercera lucha consiste en matar todos nuestros malos actos y limitar cualquier arranque de verborrea. Porque una vez eliminas la inclinación al placer que daña el cuerpo y el alma, florecen con facilidad las virtudes y en la boca brotan sólo palabras propicias e himnos divinos.

4). La cuarta lucha es alejar inmediatamente los recuerdos de lo que hemos visto y memorizado de forma perversa, imágenes que atacan nuestra mente y no dejan que el alma vuelva a sentir el placer de hablar con los pensamientos.

5). La quinta lucha consiste en contener los deseos de los ojos y de los oídos, para que, abriendo y cerrando tales ventanas con discernimiento, el pensamiento se conserve impoluto y la mente permanezca en la luz.

6). La sexta lucha es eliminar las imágenes y los escenarios, es decir, toda clase de imaginación grabada en la mente, por medio de la oración atenta y la meditación, con humildad, en las palabras divinas.

Luego, puesta a prueba por medio de estos pasos, libre de deseos y de las preocupaciones de este mundo, la mente se eleva fácilmente hacia Dios y goza de la indescriptible felicidad que halla en Él.

Porque el ayuno ofrece, al que lo practica, los dones de Dios. Y esto es algo que podemos aprender del mismísimo Adán. Porque mientras practicó el ayuno, absteniéndose de comer del árbol prohibido, pudo disfrutar de todos los demás frutos del Paraíso. Pero cuando se alejó del ayuno y gustó del árbol prohibido, perdió también el gozo de todo aquello.

Teolepto de Filadelfia

Fuente: marturieathonita.ro/postul-cel-usor-si-preacinstit/