El bien más grande que podemos hacer
Puede que el bien más grande que podemos hacer sea simplemente asomarnos a la ventana y ponernos a observar hacia la calle, hasta que nuestro corazón se llene de ese todopoderoso dolor por nuestro prójimo.
¿Cuántos, de esos que cada domingo asisten a la iglesia, pueden enorgullecerse de llevar dentro del pecho ese dolor tan milagroso (por el prójimo que sufre)?
Puede que el bien más grande que podemos hacer sea simplemente asomarnos a la ventana y ponernos a observar hacia la calle, hasta que nuestro corazón se llene de ese todopoderoso dolor por nuestro prójimo. ¿Cuál es el beneficio, si de todas formas esas personas lo ignoran? Pero, atentos, aunque no cambiáramos a nadie con ese dolor nuestro, el beneficio seguirá siendo enorme. Al menos, por algunos momentos, estaremos librando al mundo de nuestra maldad personal. Y este es el mejor bien que podemos hacerle al mundo.
(Traducido de: Ieromonah Savatie Baştovoi, Dragostea care ne sminteşte, Editura Marineasa, Timişoara, 2003, p. 7)