El bien y el mal están en manos del hombre
No es necesario que nos preocupemos por las espinas. No nos dejemos llevar por el impulso de perseguir el mal. Esto es lo que quiere Cristo.
Dios dotó al alma del hombre con un poder; depende del hombre la forma en que lo utiliza: para el bien o para el mal. Si asemejamos ese poder con el agua, el bien con un jardín lleno de flores, árboles y pasto, y el mal con un jardín de espinas, entonces puede ocurrir lo siguiente: cuando regamos el jardín de flores, estas se abren y crecen; al mismo tiempo, las espinas, ya que no son regadas, se secan y mueren. Y viceversa.
Entonces, no es necesario que nos preocupemos por las espinas. No nos dejemos llevar por el impulso de perseguir el mal. Esto es lo que quiere Cristo, que no perdamos el sueño pensando en el maligno y en las pasiones. Dirijamos el chorro de agua, es decir, el poder de nuestra alma, a las flores, y nos regocijaremos con su belleza, su fragancia y su frescura.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 228-229)