Palabras de espiritualidad

El camino de la contrición nos lleva a acercarnos a Dios y a sus Santos Misterios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El ayuno, el estado de oración, el apartarse de las cosas ordinarias, las postraciones y demás acciones parecidas han sido establecidas para que por medio de ellas nuestra alma se ablande y, así, podamos ayudarla a alzarse a la tristeza por Dios y a la contrición redentora.

Nos preparamos para confesarnos y comulgar con los Santos Misterios. Y la Santa Cnnfesión y la Santa Comunión constituyen la consumación de la labor de dicha preparación, sellando gratíficamente los cambios del corazón que deben aparecer, madurar y fortalecerse durante la mencionada preparación.

Al confesarnos, solemos decir: “He pecado, no lo haré más”. Estas palabras exteriores tienen que ser la expresión de las disposiciones y sentimientos interiores que deben formarse en el corazón antes de la confesión. Para decir con sinceridad: “He pecado, no lo hare más”, tenemos que reconocer abiertamente nuestros pecados y tomar la firme determinación de no volver a dejarnos atraer por ellos. Solamente con esa compunción por haber pecado y la firme decisión de no pecar más, la confesión se hace verdadera; solo entonces demuestra su poder gratífico; solamente con esta condición se convierte en el medicamento que puede sanar nuestros padecimientos espirituales, y en un baño que lava la suciedad que tenemos en el corazón.

Luego, esta decisiva transformación hacia el bien, causada por el pesar de saberse pecador, es el propósito del esfuerzo que implica prepararse para comulgar, esfuerzo que hacemos ahora. El ayuno, el estado de oración, el apartarse de las cosas ordinarias, las postraciones y demás acciones parecidas han sido establecidas para que por medio de ellas nuestra alma se ablande y, así, podamos ayudarla a alzarse a la tristeza por Dios y a la contrición redentora.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Pregătirea pentru Spovedanie și Sfânta Împărtășanie. Predici la Triod, Editura Sophia, București, 2002, pp. 91-92)