¡El cristiano debe ser la prueba de la presencia de Dios en el mundo!
Esforcémonos en en ser la misma presencia de Dios en un mundo que Él vino a salvar y a redimir, un mundo al cual Él nos envió, así como el Padre lo envió a Él.
Podemos empezar nuestra vida cristiana de una forma muy simple. En primer lugar, debemos comenzar con fe, es decir, con la certeza de que si en verdad somos —individualmente o en grupo— miembros del Cuerpo de Cristo, todo lo que se afirma de Él se puede aseverar también de nosotros. Cristo nos confió que, por Su poder y el del Espíritu Santo, podríamos hacer todo lo que Él hizo, y aún más.
Así, debemos empezar con la certeza de que podemos realizar en este mundo, en la situación y en las condiciones en las que nos hallamos, una vida que es obra de Dios.
Esforcémonos en en ser la misma presencia de Dios en un mundo que Él vino a salvar y a redimir, un mundo al cual Él nos envió, así como el Padre lo envió a Él.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Făcând din viață rugăciune, Editura Sophia, București, 2014, p. 122)