Palabras de espiritualidad

El esfuerzo que hace que el Espíritu de Dios venga a nuestro corazón

    • Foto: Tudorel Rusu

      Foto: Tudorel Rusu

“Aunque alcances la cima de las virtudes, siempre necesitarás el trabajo de la ascesis”, dice el abbá Filomeno; aunque cesen la lucha, las tentaciones y las embestidas del maligno, la ascesis debe continuar.

La ascesis personal del creyente, siguiendo el modelo de la ascesis monacal, comprende la paciencia, la templanza, la contrición, la paciencia, la abstinencia, el ayuno, las vigilias, el hesicasmo, el sacrificio y el dolor. Todo esto constituye la ascesis.

La ascesis es, ante todo, la llave que abre por completo nuestro ser para que en él entre Dios. “Aunque alcances la cima de las virtudes, siempre necesitarás el trabajo de la ascesis”, dice el abbá Filomeno; aunque cesen la lucha, las tentaciones y las embestidas del maligno, la ascesis debe continuar. ¿Quieres tener a Dios? ¿Quieres ser un oficiante? ¿Quieres recibir algún don divino? ¿Quieres pureza, alegría, libertad, teología, contemplación? ¿Quieres que tu vida sea como una Liturgia? Solamente haz esto: “Ve y esfuérzate, porque se necesita de mucho esfuerzo y de la compunción del corazón” (Abbá Filomeno). Lo que dice es que aun en tu hogar puedes empezar a trabajar. No se te pide que transformes radicalmente tu vida, porque, viviendo en sociedad, te hallas sometido a sus cosas no tan agradables. Hallándote en medio de un mundo dominado por el astuto demonio, es normal que te perturbes, que seas tentado y que a menudo el maligno quiera someterte. ¿Eres una persona de familia? ¿Tienes esposa? Tu deber es también de este mundo: agradarle a tu cónyuge (I Corintios 7, 33-34).

Si abandonas esta propiedad terrenal, ¿cómo podrías presentarte ante Dios? En este mundo, que te sujeta con sus vilezas e insensateces, tú eres el sacerdote, y, así, lo conviertes en una Santa Mesa. Vive tu vida, pero “esfuérzate”, porque se necesita de mucho “sacrificio y compunción del corazón”, es decir, de una vida ascética interior y personal. “Porque no se nos dará lo que es digno de trabajo y esfuerzo, echándonos a dormir y levantándonos después”. El venerable Talasio escribe: “Quien verdaderamente ama a Cristo se ejercita en el dolor”. Tenemos que entender que el dolor, la ascesis, el denuedo en el trabajo espiritual y la disposición interior de permanecer ante Dios, especialmente de noche, son el antídoto contra la muerte y una forma de alcanzar el amor de Jesús. Y es que el hombre se inflama con la ascesis y el dolor, y se llena de una fuerza especial, de un vigor extraordinario, de una forma de pensar distinta, del pensamiento del Espíritu Santo. La ascesis es el pulmón que trae al Espíritu Santo a nuestros corazones.

Así, se necesita de nuestra liturgia personal, de nuestra comunión mística con Dios.

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Tâlcuiri la sfintele slujbe, Editura Sf. Nectarie, pp.188-189)