El secreto para la eternidad
Nuestra existencia misma, la de quienes nos llamamos “cristianos”, es una preparación constante.
Además de confesarnos, ¿qué más tenemos que hacer como preparación para recibir la Santa Comunión?
—Practicar la piedad, la caridad, siempre y en todo lugar. No hay nada como esta virtud, cuando se trata de prepararnos para la eternidad. Es como arrancarte una parte de ti. Como podemos ver, toda la Escritura nos habla de la caridad. También A. Vlahuță (escritor rumano, N. del T.) dice lo mismo. El Evangelio del Domingo del Juicio Justo nos habla solamente de la piedad: “¿Por qué no me habéis vestido? ¿Por qué no me dísteis de beber? ¿Por qué no me visitásteis?”. En otras palabras, “¿Por qué no habéis practicado la caridad?”.
Se dice que la piedad se alzó contra la justicia, y salió vencedora…
—Cuando te lleven a la sepultura —esto es algo que, de cierta manera, yo ya he experimentado—, una sola cosa te vendrá a la mente, sea en la contrición, o con alegría: que afuera haya quedado algo de ti, algún vestigio tuyo.
Entonces, en esto consiste prepararse continuamente. Porque nuestra existencia misma, la de quienes nos llamamos “cristianos”, es una preparación constante. No importa si estamos despiertos o durmiendo. Así, en la medida de lo posible, hagamos todo esto permanentemente.
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 56-57)