¿En verdad te crees pobre?
¡Qué feliz tendrías que ser, qué orgulloso tendrías que mostrarte por el privilegio que se te ha otorgado, por no tener que llamar a la puerta de otros, sino que sean otros quienes vienen a la tuya!
El hambriento muere de hambre, el que está desnudo se congela, el deudor es arrojado a una fría celda. ¡Y tú, a pesar de todo esto, postergas tu caridad para mañana! Escucha lo que dice Salomón: «No digas a tu prójimo: “Vuelve otra vez; mañana te daré”, si está en tu poder» (Proverbios 3, 28). ¡Qué mandamientos tan grandes estas despreciando, porque tus oídos están sellados por la codicia! ¡Cuánto tendrías que agradecerle a nuestro Buen Dios, tu Benefactror! ¡Qué feliz tendrías que ser, qué orgulloso tendrías que mostrarte por el privilegio que se te ha otorgado, por no tener que llamar a la puerta de otros, sino que sean otros quienes vienen a la tuya! Pero, con todo, te mantienes triste, no abres la puerta, rehuyes el encuentro con los demás, no sea que te veas forzado a soltar algo de lo que aprietas con tus manos. No conoces más respuesta que esta: “¡No tengo! ¡No te doy! ¡También yo soy pobre!”.
¡Sí, eres pobre, carente de toda buena obra! ¡Eres pobre de amor al prójimo, pobre de fe en Dios, pobre de esperanza en la vida eterna!
¡Comparte tu trigo con tus hermanos! ¡Dale hoy al necesitado lo que mañana estará podrido! ¡La peor forma de tacañería consiste en no darle a los necesitados lo que sabes que terminará estropeándose!
(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare – Omilii și cuvântări, omilia a VI-a, VI, în col. PSB, vol. 17, pp. 406-407)